Con el paso de los años desde que surgió por primera vez la
idea del marketing, su función de crear valor y convencer así al individuo de
consumir lo que se le está ofreciendo se ha ido aplicando a distintas ramas de
la existencia. Una de estas ramas ha sido la política. En efecto, el marketing
político consiste, como todo tipo de marketing en general, en crear valor y acrecentar
el deseo de consumir por un elector, lo que se consigue asociando un elevado
valor a una idea que se vincula a la doctrina de un partido político usando
como método para ello la campaña electoral. En definitiva, lo que un elector
busca en un político es alguien en quien confiar para ocupar un puesto en la
Administración del Estado y dedicarse a
gobernar teniendo siempre como base los servir a los intereses del ciudadano.
En este sentido, las campañas consisten en el uso de los medios de comunicación para hacer llegar al electorado valores que un partido comparte con ellos con el fin de obtener su voto. Dichas campañas son cada vez más costosas, llegando a costar millones, y ello es debido a que el marketing ha demostrado su poder y utilidad en este ámbito. Se llega incluso a afirmar que sin una buena campaña un político que quiera poner sus ideales en práctica y al servicio de los ciudadanos, no conseguirá nunca hacerlo sin una buena campaña, o lo que es lo mismo, sin un buen marketing. No habría ningún problema si las ideas y valores que se venden en estas campañas luego fueran aplicadas al alcanzar el poder. El problema surge cuando se utiliza el marketing para vender un producto defectuoso, es decir, cuando se miente en las campañas con el único objetivo de alcanzar el poder.
Semejante descrédito del marketing no es realmente merecido,
pues esta rama de las ciencias económicas no es la única que se ha visto desnaturalizada
debido a su mal uso por parte de personas deshonestas. Un conocido refrán
español reza: en todos sitios cuecen
habas, y es por ello que no hay razón para que una ciencia como el
marketing sea estigmatizada injustamente por ciertos sectores de la sociedad.
Al marketing le queda una ardua labor por recuperar el puesto que le
corresponde en la mente del pueblo llano, algo que conseguirá si dedica sus
esfuerzos a informar a la gente sobre qué es realmente el marketing, sus
funciones y utilidad. Debe combatirse el desprestigio del marketing desde la
base, y la mejor solución será la educación y, cómo no, una buena campaña de
marketing.
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